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Albert Sangrà, especialista en educación digital: “La clave no es temerle a la inteligencia artificial, sino abordarla con precaución” | EL PAÍS Chile

La educación a distancia suele asociarse con niños y jóvenes frente a una pantalla en el contexto de la pandemia del coronavirus. No obstante, Albert Sangrà (65 años, Barcelona), especialista en enseñanza digital, señala que este modelo educativo tiene raíces que se remontan a Pablo de Tarso y Séneca. “El propósito de San Pablo era instruir a la comunidad cristiana a través de sus cartas, que llegaban a personas en diversos lugares. Por su parte, Séneca atendía la solicitud de los patricios del Imperio Romano que deseaban educar a sus hijos, a pesar de que estos vivían en Roma y él residía en Córdoba”, explica el director de la Cátedra UNESCO en Educación y Tecnología para el Cambio Social. “De este modo, el objetivo siempre ha permanecido constante, aunque los métodos han evolucionado. El desarrollo de la educación a distancia ha ido estrechamente ligado al avance de las tecnologías”, argumenta.

Sangrà recalca que el tipo de enseñanza online que se implementó durante la pandemia no corresponde a la educación digital con todas sus letras. “Lo que hicimos es lo que pudimos, pero no es lo que teníamos que haber hecho (...) La educación digital tiene que estar diseñada para aquellas personas que nos vamos a dirigir [a los estudiantes]. Y tienen que estar diseñados los recursos y materiales necesarios para ser utilizados en un contexto no presencial. Además, deben estar dispuestos los mecanismos para establecer una comunicación fluida entre todos los agentes del entorno educativo”, señala el también profesor de Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y miembro asesor de la junta directiva del Instituto Profesional IACC, de Chile, en una conversación en Santiago.

Tras la pandemia, el catedrático de la UNESCO señala que “muchísima gente entendió que existe una alternativa a la educación presencial”, pero también se incubó una visión negativa hacia esta forma de aprendizaje. “Cuando se acaba la pandemia fue mucho más cómodo volver a donde estábamos antes que intentar algo nuevo y se generó un prejuicio por parte de los profesores hacia la tecnología”.